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sábado, 19 de enero de 2013

Corazón intacto de Lina S. Silva

Se me fue la vida esperando a ver si me quería, y nada. Hoy no hay sombra de mi sombra. Tengo los sentidos completos menos la mera convicción y noción del tiempo. Se me ha acabado. Ha vencido, y yo, vencedor-vencido no tengo el talento para entender.

De verdad la quería, más que al capricho literario de escribir sin puntuación. Era la salvedad y la excepción. Era un mundo salvaje y yo un cobarde.

Se me fue la vida para quererla, y para soñar ya tengo la muerte. Un Valparaíso que se desdibuja con el barrer del segundero. Y en la noche los excesos. La bebida, los labios y el retrete. Siempre el retrete inodoro, insaboro. Su beso insaboro.

Puedo pintar las montañas y el río. Seré el calor. Con un falso gesto displicente la veré volver, retornar con su abrazo mortal y fugaz como aquel atajo al que nunca la supe llevar.
No sabía usar lápiz labial, estaba recogiendo milagros por la acera. Estaba sola y también bella. Tenía la costumbre lisonjera de esquivar la mirada. Era fría, orgullosa y muy rara. La recuerdo incesantemente con todos sus detalles. Mi excusa es gastarla en la memoria, invocar su cara tantas veces y de tal manera que se desdibuje en silencio, que termine evocando una mentira y, ella una voz desnuda y sin cara.

Tengo la impresión de aparecer en sus sueños. Quizá sea allí donde podamos vivir nuestro Valparaíso, nuestra atmósfera lunar, llena de veleros intergalácticos, cielo con Hepatitis B, monedas chinas de buena fortuna, una banca y un vagabundo. Fotos que no borré.

Olvidos que escribo y que jamás rememoré.

Para el que se marcha de Lina S. Silva

Me robé sus colores para convertirlo en un recuerdo. Olvidé decirle que en el campo del amor era la mejor convencida. Mencioné mis sueños y mis miedos. Tenerlo a mi lado me hacía bien, le dije que llorar en los buses era sólo un pasatiempo pero que de mi vida esperara más. Me equivoqué.

Él era un juego más que tortuoso, una esperanza vacía que montó en mi tren. Y allí tuve un conjunto de ilusiones aglomeradas en sus brazos y en su perfume viril.
Ahora que se va me espanta el frío.
Huye el ladrón a su escondrijo,
 huye tranquilo pues ya no está conmigo.

Tengo la paciencia y la buena memoria de una sombra escabrosa.
Espero,
soy una flor disecada
entre las páginas 32 y 33
de una buena novela,
que besa las letras
suavemente mientras duermen
y hasta que te vuelvas.