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Aquello que buscas está arriba de la nariz, en medio de las cejas.

domingo, 22 de julio de 2012

Carretera encarnada por Lina. S Silva


Los avisos contaminan las carreteras. Ya sean anuncios publicitarios, señales de tránsito, o fotografías arregladas de personas sonrientes que bajo algún signo piden el voto de uno. Lo pude comprobar en las auroras de los sábados, en los que Amanda y yo salíamos a montar bicicleta, actividad que ambos tratábamos de disfrutar al máximo. Todo era feliz, excepto los insultantes avisos, especialmente, esos que le dicen a uno que hacer o que no hacer. Vienen de rojo, que más allá de su contenido, ya uno sabe que algo puede ir mal. Si, porque ese color simboliza tantas cosas, pero cuando uno lo ve plasmado en una situación como la anterior, evidentemente no es nada bueno. Rojo es lo prohibido, lo tentador, lo que uno desea pero corre riesgos…las canecas de la basura con componente radioactivo, el botón rojo en la pared del laboratorio, el pare del semáforo, los labios de una exótica mujer, y el tan repudiado PELIGRO.

El rojo había sido mi color favorito. Nunca lo vi expresarse de modo tal como aquel fin semanal de Agosto. Fue rápido y no tuve miedo. Me desperté antes que mi esposa; ella durmiendo dulcemente, y yo imaginaba sus recios ojos bajo sus párpados completando una mirada oscura de las que provocan tomar reversa y meditar un impar de veces lo que se está haciendo. El reloj digital maquinaba un sombrío proceder para perturbar el sonido de su respiración. Rojo titilante, anunciaba las ocho treinta y cuatro.

El turbio amanecer desplomó  un sonido abrumador que renovó la habitación. Amanda encontró un jugo de naranja en su mesa de noche. Me sonrío.

El viento frotaba mis orejas, por un instante la sordez me transportaba a un espacio sin medida, un lugar sin velocípedos, sin Amanda, sin Caperucita. El ruido de los pedales me avisaba el término de la colina. Mi cónyuge se aproximaba con su ondeante cabellera por la izquierda, siempre fue buena para el ascenso.  Por sus poros el sudor reflejaba los rayos solares del medio día. Doce y catorce, diría el aparatoso instrumento. Mas, ahí viene lo mío, bella declinación, viene la venganza, vengo yo y la falta de audición.

Fue tarde para escuchar su advertencia, su grito ahogado de mujer sólida. Gigantescas letras escarlatas recorrieron mi memoria vial "ZONA ROJA". Un freno en seco, y atraca mi mente la oscilación de la bandera de esta patria mía... patria fría, alegoría errada, dimensiones incorrectas. Maltrechos avisos, se expandieron mis pupilas solo para dilucidar un líquido granate con sabor a Amanda. Me acostumbro a la vista de los botines del bandolero, porque no me quiero levantar para no observar los avisos que mi instinto vacío no previo. La franja roja será más grande, más lúcida. A lo lejos veo que no pude abrir la ventana que un día iba a dejar volar mi libertad. 

sábado, 14 de julio de 2012

Cartas que no quemé por Lina S. Silva

Yo, tan amiga de las estrellas, y con mi sol alejado. Con un corazón que se cree agigantado y con una marea baja que aleja la luna de su trono.
Entonces estás tu...un latido creciente, un ligero pestañeo y sin pensar menos, te estoy amando.
Quizá, en una noche oscura, el cielo esparza nubes al azar y se escondan todas las estrellas. Quizá en la inmensidad terrenal no se divise una sola. Pero aquí tengo esta mente abierta que riega escarcha con un pincel al viento. Y te tengo a ti, como si fuera mucho, como si fuera poco.
En ese instante, asomada en el balcón, más cerca de los astros que del suelo, donde me siento plena, donde estás tu.
Tu, reflejado en mis pasos, mi silencio y mis pensamientos.
Tu, habitando en mis palabras, mis rumores, mis sentidos.
Tu, en todo y en nada.
Yo, en nada y en todo.